Orishas: la fuerza pura
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Santería
Si bien hubo diferencias entre los colonizadores españoles e ingleses, la más destacada fue la tolerancia de los católicos españoles en relación a las festividades africanas.
Increíblemente, existía una preocupación de los terratenientes esclavistas de mantener la idiosincrasia de las distintas tribus, con el fin de crear rivalidades, diferencias y oposiciones tribales con la idea de obstaculizar una posible unidad en la lucha contra los hacendados.
Al ser permisivos con las fiestas, la música y las diversiones, desconocían que ellas eran la forma tradicional de convocar a las deidades ancestrales y que eran en realidad una elaborada ceremonia religiosa.
Para fines del siglo XVIII los hacendados azucareros habían abandonado toda práctica religiosa en sus ingenios ya que ello representaba horas de producción perdidas, pero a su vez eran un freno a la rebeldía. Solo algunas fiestas anuales, las más importantes eran permitidas.
Así los africanos aceptaron de buena gana a los nuevos orishas que les presentaba el santoral católico. Orientados por la simple semejanza, fundieron las figuras de sus antepasados divinizados con los santos católicos. San Lázaro es Babalú Ayé, Changó es Santa Bárbara, Eleggua es San Antonio y un largo numero de sincretizaciones. Nació entonces la santería, la sincretización de los cultos yorubas y la religión católica.
Palmira, la Tierra Santa
A escasos diez minutos de la ciudad de Cienfuegos, y a 250 kilómetros al sur este de La Habana, está el pequeño pueblito de Palmira, famoso por su historial religioso y sus bien mentados santeros.
Aquí durante generaciones, cuatro familias cultivaron la santería, y para esta nueva centuria, sus enseñanzas, trabajos y rituales poseen la misma fuerza que les inculcaron sus antepasados: esclavos africanos que fijaron las características sociales y patrones culturales definitivos en la isla.
Debido a las dificultades de transporte existentes entre el Puerto de Jagua y Villa Clara los primeros años de la primera mitad del siglo XIX, emergieron sitios de descanso. Uno de ellos era el hato de Ciego Abajo -actual Palmira- donde a partir de 1842 por iniciativa de Augusto Serice Xenes, comenzó a nacer el poblado.
De las seis familias biológicas religiosas que existieron en Palmira, cuatro de ellas propagaron la tradición desde comienzos del pasado siglo: Lutgarda Fernández (Changó-Ochún), Felicia Fernández (Mafea-Yemayá), Mario Fernández (Babaloo-Obtalá) y Caridad Torriente (Ochún); todos ellos antecesores de Agustín Fernández, el santero más famoso de Palmira.
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